La década de las cooperativas nos permite mirar hacia el 2020 con la convicción creciente de que el modelo de economía social se erige como el nuevo paradigma del desarrollo mundial. Precisamente uno de los ejes relevantes dentro del plan diseñado por la ACI, Alianza Cooperativa Internacional es la participación de los socios en la gestión de las empresas cooperativas.
Esta propuesta revaloriza el segundo principio universal que refiere a la participación democrática de los miembros no solo en la utilización de los servicios, sino en las decisiones políticas, la definición de los objetivos estratégicos, así como en la gestión y el control de su empresa. La participación supone abrir nuevos caminos, renovar el alcance, el significado, interpretar de manera más creativa la pertenencia de los asociados. Implica incorporar liderazgos con base democrática, apoyado en nuestros valores universales, con una conciencia clara del nuevo orden económico y social que proponemos más allá de los mercados, del reino del dinero.
El criterio humanista solidario de la producción cooperativa tiene un sentido de servicio y no de especulación mercantil.
La economía cooperativa se articula a la justicia social, a los recursos naturales y al medio ambiente, en contraposición a la tendencia del modelo global que agudiza la desigualdad, depreda la naturaleza y nos arroja al abismo del calentamiento y los efectos devastadores de los cambios climáticos.
Más que nunca la participación de los socios y socias no debe limitarse al quehacer institucional. Tenemos que formar una ciudadanía cooperativista que se constituya en actor relevante de la cohesión e integración social. Hombres y mujeres que asuman con coraje la construcción de una matriz cultural diferente, apoyada en la doctrina de la cooperación, la complementación y la integración. La participación que debemos fomentar en la década cooperativa debe reflejar la tradición, los ideales siempre vigentes del cooperativismo, es decir la preponderancia del factor humano y el trabajo organizado, la búsqueda de un modelo de rganización, producción y gestión solidaria.
Este es un momento clave para repensar en los conceptos de participación. El debate está abierto. Y en ese sentido, la educación cooperativa va a tener un rol esencial. No para repetir ideas y opiniones que simplemente quedan para el conocimiento individual y la entrega de certificados. La finalidad es armonizar el discurso con nuestras vivencias y prácticas, es decir con la vida cooperativa. La educación cooperativa debe estar vinculada a las experiencias colectivas. Tiene que ayudar a fortalecer organizaciones exitosas. Nos debe estimular a reflexionar sobre nuestras propias acciones con un sentido crítico.
El sentido de la participación debe posibilitar finalmente, recuperar la confianza en la gente, respetar al prójimo y recuperar las sencillas alegrías humanas.