Decíamos anteriormente que desde la fundación de la primera cooperativa en Rhosdhale, Inglaterra 1844, hasta nuestros días, el cooperativismo ha tenido un protagonismo fundamental en la historia del desarrollo económico y social de los pueblos. El camino recorrido, las experiencias implementadas a nivel mundial no fueron fáciles. No han sido avances en línea recta ya que en las diversas épocas, como en la actualidad, el trabajo solidario y la cooperación han producido, muchas veces, reacciones hostiles, rechazos, burlas y desprecios, especialmente desde ciertos sectores con poder económico, financiero o político que ven en el sistema cooperativo una amenaza a sus privilegios y posición dominante en el mundo. En muchos casos, estos grupos no quieren o no pueden aceptar que tengan éxito las iniciativas sociales, los emprendimientos colectivos. Que la gente forme su propia empresa o lleve adelante proyectos basados en un modelo de desarrollo y de autogestión, es decir, con esfuerzo y recursos propios, donde el soporte principal es el trabajo, la organización asociativa, la actividad solidaria. Que personas sencillas o humildes sean capaces de crear, administrar y controlar sus propias instituciones, gestionar colectivamente servicios que les ayude a mejorar su calidad de vida.
La democracia de nuestro tiempo, con sus luces y sombras, pero imprescindible para el logro de nuestras aspiraciones humanas, se enfrenta con grandes desafíos, como la inequidad que se traduce en una creciente inseguridad y violencia. Es el espejo de una sociedad donde impera un modelo de desarrollo basado en relaciones de desigualdad en la que el capital, el poder ilimitado del dinero se impone a las personas dentro de la lógica comercial del costo-beneficio a corto plazo, sin importar las consecuencias sobre los recursos naturales y la vida. En esta circunstancia surge el paradigma de la economía social cooperativa, donde lo fundamental es la voluntad de trabajar juntos, de promover servicios financieros, económicos y sociales éticos, de armonizar procesos de gestión empresarial con valores humanos. Donde mujeres y hombres asociados participan conscientemente y no con el criterio del simple cliente en las decisiones y beneficios de su propia organización.
La contribución de las cooperativas en la formación de una nueva cultura económica, solidaria y democrática es inmensa. No solamente brindan servicios diversos, también, entre otras cosas, posibilitan reinvertir los excedentes en salud, educación, capacitación y en otras áreas establecidas por los socios. Además, ayudan a formar una mayor conciencia de participación ciudadana, y fortalecen la cohesión, es decir la integración social mediante la educación y la cooperación entre cooperativas.