Por Nadia Delgado – MBA, empresaria, consultora experta en empresas familiares y mentora de líderes
La despedida multitudinaria a Charlie Kirk en Estados Unidos mostró algo que trasciende fronteras: la fuerza que tiene la fe y los símbolos religiosos cuando se mezclan con la política.
Miles de personas hicieron fila durante horas no solo para despedir a un líder, sino también para afirmar una identidad colectiva, una causa y una forma de ver el mundo.
Este acontecimiento nos abre una reflexión necesaria para nuestros líderes en Paraguay y en América Latina: ¿qué lugar deben ocupar la fe y los símbolos religiosos en la esfera política y empresarial?
La fuerza movilizadora de la fe
En sociedades como la nuestra, donde lo religioso está profundamente arraigado en la cultura, apelar a la fe genera cohesión, pertenencia y esperanza.
Los líderes que entienden esta realidad logran conectar con la emocionalidad de sus seguidores de una manera profunda y duradera.
Sin embargo, esa misma fuerza puede transformarse en un arma de doble filo: la fe puede unir, pero también puede dividir cuando se la instrumentaliza para excluir o desacreditar al “otro”.
El riesgo de la manipulación simbólica
Charlie Kirk representaba para muchos un referente del conservadurismo cristiano.
Sus discursos movilizaban multitudes, pero también despertaban rechazo y polarización.
Su figura es un ejemplo de cómo los símbolos pueden ser motores de inspiración o detonantes de división.
En Paraguay, aunque en menor escala, vemos cómo el uso de símbolos religiosos en campañas políticas o incluso en discursos empresariales puede generar controversia.
Cuando la fe se usa solo como herramienta de marketing o estrategia electoral, pierde su autenticidad y erosiona la confianza.
El desafío de los líderes paraguayos
Nuestros líderes —políticos, empresariales y cooperativos— deben comprender que los símbolos religiosos tienen un valor cultural incalculable, pero su uso exige prudencia y responsabilidad.
La verdadera pregunta no es si deben estar presentes, sino cómo.
- ¿Se los utiliza para inspirar y unir a las personas en torno a valores universales como la solidaridad, la justicia o la integridad?
- ¿O se los emplea para marcar fronteras y consolidar poder a costa de la exclusión?
El primer camino genera confianza y capital social.
El segundo termina desgastando la legitimidad del liderazgo.
Un llamado a la autenticidad
Como mentora de líderes y consultora en empresas familiares, lo observo cada día: los equipos no se movilizan solo con planes estratégicos, sino con una identidad compartida que se sostiene en valores auténticos.
La fe, bien entendida, puede ser ese puente hacia un propósito mayor.
Pero cuando se convierte en un recurso de conveniencia, deja heridas difíciles de cerrar.
El caso de Charlie Kirk nos recuerda que un líder puede ser amado o rechazado no solo por sus ideas, sino por la simbología que activa.
En Paraguay, donde la fe forma parte del ADN social, tenemos la oportunidad de construir liderazgos que honren esa herencia espiritual sin manipularla.
La invitación a nuestros líderes es clara: que los símbolos de fe no sean herramientas de poder, sino testimonios auténticos de valores que inspiran, unen y transforman.
