Autora: Nadia Delgado, MBA. Consultora estratégica.
Liderar implica sostener. No solo sostener resultados o indicadores. Sostener personas, sostener contextos, sostener expectativas. Acompañar a quien está frustrado, contener al equipo en crisis, motivar cuando el clima decae, tomar decisiones cuando nadie más quiere decidir. Es estar firme. Es ser ejemplo. Pero… ¿quién cuida al que lidera?
Detrás de cada líder fuerte, hay un ser humano que también se cansa. Que también duda. Que también tiene días difíciles. Solo que no siempre puede mostrarlo. Porque siente que no debe. Porque hay que “mantener la energía”. Porque muchos confunden vulnerabilidad con debilidad.
Y así, el liderazgo se convierte en un espacio solitario. Donde el reconocimiento es escaso, la exigencia constante, y el espacio para hablar con honestidad, casi inexistente.
Lo más peligroso no es estar cansada o cansado. Lo más peligroso es normalizar ese agotamiento. Pensar que así es como debe ser. Que liderar es sinónimo de aguantar. Que si no duele, no vale. Que si estás agotada, es porque estás haciendo bien tu trabajo.
Pero eso no es liderazgo. Eso es desgaste.
Hay líderes brillantes que se apagan no por falta de talento, sino por falta de espacios para sostenerse ellos mismos. Por no tener con quién hablar. Por no haberse permitido parar a tiempo. Por no haberse dado el permiso de decir “yo también necesito apoyo”.
El liderazgo también necesita contención. También necesita red. También necesita cuidado.
Un equipo tiene más chances de sostenerse cuando su líder está bien. Con energía, con claridad, con fuerza interior. Y eso no se logra con más horas de trabajo. Se logra con más presencia personal, con hábitos que recargan, con espacios de reflexión.
Cuidar al que lidera no es un lujo. Es una inversión. Es proteger el corazón de la organización. Es permitir que quienes toman decisiones puedan hacerlo desde un lugar sano, no reactivo. Desde la claridad, no desde el cansancio crónico.
Por eso, si liderás, necesitás tu propio espacio. Un lugar donde puedas ser persona antes que figura. Donde puedas hablar sin filtrar. Donde no tengas que sostener a nadie, más que a vos misma.
