Sin dudas, las vivencias demuestran las variables en el perfil del ahorrista. En la franja juvenil pareciera ser que el hábito, que entre la infancia y la adolescencia era más habitual, se corta cuando llega a la emancipación. Eso es lo que vivió el señor Agustín (nombre ficticio para resguardar su identidad), quien cuenta que su hijo era uno de los más ordenados en sus gastos. Y, mediante eso, llegó a una importante reserva, considerando su edad.
Relató que eso sirvió a su sucesor para fijarse objetivos, como compras de equipos de distracción, un play station y diversos juegos, incluyendo un televisor.
Pero ese hermoso panorama se fue diluyendo al ir alcanzando la mayoría de edad. El hijo fue dejando la práctica del ahorro y, en contrapartida, fue adquiriendo deudas, impulsado por necesidades estériles a las que fue inducido por el consumismo. Ahí surgió la incógnita de si esa decisión fue por imposibilidad o indiferencia, ya que esa situación no volvió a cambiar hasta la actualidad, pese a que el joven, como casi todos los integrantes de la familia, son socios de una cooperativa muy bien ubicada en el ranking de entidades del sector.
Puede considerarse que una situación particular, como la enfermedad de uno de los miembros de la familia, igualmente pudo haber incidido, ya que el señor Agustín y su esposa tampoco pudieron volver a optar por las inversiones, debido a los gastos que apenas les da para alcanzar el fin de mes.