Algunos dicen que el emprendedor nace, no se hace. Lo consideran una vocación y, dentro de ese grupo, puede incluirse al señor Javier (nombre ficticio), que a pesar de todas las dificultades supo mantener en pie su negocio, porque ser empleado no era opción para él.
Recuerda que sus inicios, en el rubro de ferretería, fue hace 15 años tras una mala experiencia como colaborador de una empresa multinacional, donde una disminución le cortó lo que hasta ese momento pensaba que era un futuro seguro.
“Estaba mal. Era joven, pero sentía que el mundo se me venía abajo. Es que me había costado mucho encontrar trabajo y el panorama se me oscurecía nuevamente”, relató, pero la necesidad de una cinta aislante despertó su vocación de emprendedor. “Cuando estuve en la ferretería, que era de un vecino, le conté al señor que había quedado sin empleo. Ahí me dijo que con el dinero de la indemnización podría comenzar un negocio y que si quería me podía guiar en su rubro. No pensé mucho para decidir porque me entusiasmó esa charla, me cambió totalmente el panorama y la mentalidad que tenía”, destacó.
Reconoce que no fue fácil porque invirtió todo el dinero que tenía, ya que además de comprar mercaderías, tuvo que pagar alquiler de un local no muy cercano a su domicilio. “Aguantar los primeros meses fue terrible, vendía poco y ya estaba afectando a mi familia la falta de dinero, no conseguía créditos por ningún lado porque me exigían un ingreso que evidentemente no tenía”, sostuvo el emprendedor.
Tras superar el año, su suerte fue cambiando. “Cuando empecé a tener más movimiento, las puertas se me fueron abriendo. Empecé a conseguir mercaderías por cuotas y recurrí a mi cooperativa, que si bien me ayudó, tampoco fue fácil porque no tenía créditos para emprendedores. Pero sin darme cuenta mi negocio ya se había asentado, tenía a mi familia involucrada, salimos adelante y qué querés que te diga, nunca renuncié a mi sueño para volver a ser empleado, porque no nací para eso”, expresó en forma tajante.