Por: Nadia Delgado, MBA | Consultora de líderes del sector empresarial y cooperativo
He visto organizaciones con presupuestos millonarios fracasar en proyectos simples. Y he visto cooperativas pequeñas lograr cosas inmensas con pocos recursos. ¿Cuál es la diferencia? La respuesta está en algo que no se ve… pero se siente: la cultura organizacional.
La cultura es ese conjunto de valores, creencias, hábitos y formas de actuar que todos compartimos dentro de una organización, aunque nadie los haya escrito en un manual. Es lo que pasa cuando el jefe no está, pero también lo que se respira en los pasillos, en las reuniones, en cómo se responde al socio o al cliente.
Muchas veces, en cooperativas y empresas familiares, se descuida este aspecto pensando que “ya todos sabemos cómo trabajamos aquí”. Pero el problema es que, si no gestionamos nuestra cultura, ella nos gestiona a nosotros. Y no siempre para bien.
Una cultura desordenada puede generar:
- Baja productividad.
- Ambientes tóxicos.
- Fuga de talentos.
- Pérdida de confianza de los socios o clientes.
- Fracaso en los procesos de innovación.
Por eso siempre digo: una buena cultura organizacional no es casualidad. Es una decisión.
Entonces, ¿cómo empezar a trabajarla?
- Hablando con honestidad: ¿Qué cosas están naturalizadas en tu organización que no ayudan a crecer? ¿Qué actitudes se aplauden y cuáles se silencian?
- Revisando los valores institucionales: ¿Están escritos en un cuadro, pero no se viven? Hay que volver a ellos con acciones concretas.
- Escuchando al equipo: El colaborador sabe lo que anda mal. Pero a veces nadie se anima a preguntar.
- Formando líderes conscientes: No se puede pedir coherencia si los líderes no son los primeros en dar el ejemplo.
- Celebrando los aciertos y corrigiendo con respeto: La cultura se refuerza también con reconocimiento, no solo con sanciones.
La cultura organizacional es un activo silencioso. No se ve en el balance, pero puede ser el mayor responsable de los resultados.
En mi experiencia asesorando cooperativas, empresas familiares y grandes corporaciones, puedo asegurar que invertir en cultura es más rentable que cualquier maquinaria nueva. Porque cuando las personas se sienten parte, cuando entienden el “para qué” de lo que hacen, trabajan con el corazón, no solo con las manos.
La cultura es lo que queda cuando los líderes cambian.
Es lo que sostiene a una organización… o lo que la hunde.
Por eso, la pregunta no es si tenés una cultura organizacional.
La verdadera pregunta es: ¿la estás liderando o te está llevando puesta?
Y si descubrís que tu cultura necesita ajustes, no lo tomes como un fracaso. Al contrario: es una oportunidad de oro. Las organizaciones que se animan a mirar hacia adentro, a escuchar a su gente y a renovar sus prácticas con humildad, son las que más crecen y perduran.
Comenzá hoy con un pequeño paso: reuní a tu equipo, preguntá cómo se sienten trabajando allí, qué cambiarían y qué los enorgullece. Ese simple gesto puede ser el inicio de una transformación profunda.
No hace falta grandes inversiones para generar grandes cambios. Hace falta liderazgo, decisión y coherencia.
Porque al final del día, las mejores estrategias no sirven si la cultura las sabotea desde adentro.
Cuidar la cultura es cuidar a las personas.
Y cuidar a las personas… es asegurar el futuro de tu organización.
Nadia Delgado es consultora experta en marca personal y ayuda a empresarios y líderes a duplicar sus resultados mientras equilibran su vida personal y profesional.